jueves, 29 de julio de 2010
S m i l e
martes, 27 de julio de 2010
¿Epílogo?
Se despertó estirándose con una extraña sensación y giró sobre si misma para ver el despertador y la fecha. Era el primer día de su primer curso en bachillerato. Se apartó el pelo rizado de la cara y suspiró. Que pena que todo hubiera sido un sueño. Se estiró una vez más y dejó la cama desecha aquella mañana para vestirse, desayunar y salir corriendo con dirección a su nuevo instituto.
La barbilla apoyada sobre su mano y la música vibrandola en los oídos. Aquél día el cielo estaba nublado y el frío se pegaba a los cristales.
Vane cogió su iPod cambiando una canción melancólica por una con más movimiento.
Una carita triste le devolvió la mirada desde el cristal.
Miró a su alrededor, pero solo una niña de ocho años y su madre estaban sentada con ella en aquél vehículo. Pestañeó y con su dedo índice cambio la posición de la curva. Por lo menos, la próxima persona que se sentara en aquél sitio se llevaría una sonrisa gratis de su dibujo.
La niña y su madre se abajaron antes que ella. El conductor ni siquiera le dedicó un adiós. Ella, tampoco lo hizo.
Bajó los escalones del autobús y se dio cuenta de que había llegado pronto.
-Bueno, algo es algo.
Dos pasos y un traspiés. Una mano que la ayudó a enderezarse, sujetándola por el brazo. Vanessa iba a gruñirle algo cuando se dio cuenta. ¿Él?
-Perdona, estabas a punto de tropezar.- se disculpó al ver su expresión.
-Ya, ya, gracias.
-Tú también eres nueva, ¿no?
-¿No me ves?
Sonrió, y con eso, se ganó no ser tachada de borde por primera vez.
-Aitor.
-Vanessa.
-Un placer.
Ella cabeceó y se colocó mejor la mochila al hombro para ir con Laura y Clara que ya estaban en la puerta esperándola.
-Por cierto, bonito colgante.
Vane se paró y se llevó las manos al cuello. Las notas, la guitarra...Se giró hacía él pero ya se daba la vuelta para entrar en el instituto colocándose el gorro. Vanessa volvió a sonreír. Ya lo decía ella. No podía haberle pasado desapercibido...
Cuarta Parte
La campana sonó como nunca en su vida. Después de todo un verano, con esas cosas, perdías la costumbre. Al igual que apartarte a tiempo cuando toda la gente comenzaba a salir a toda prisa fuera de clase.
Ven intenta imitarles, pero una mochila, que no es la suya, hace que se tropiece mientras ve como la gorra negra desaparece por la puerta. Tiene que hacerle bastantes preguntas a...ese chico, el cuál no recuerda del año pasado. ¿Tan desapercibido a pasado? Salta la mochila de Laura y llega hasta la puerta, empujando sin querer a un par de compañeros que la miran con el ceño fruncido como si se hubiera vuelto loca. Puede que sea eso.
Como había llegado, baja los escalones del instituto corriendo casi de dos en dos, hasta la entrada, donde un montón de padres han llegado para recoger a sus hijos del comedor. Pero ni rastro de gorros de lana. Y están a comienzos de septiembre con un calor sofocante. Seguro que destacaba...aunque si era como el año anterior.
Abre las puertas blancas y sale a la calle, donde el ruido de los coches, los pitidos, la gente que sale del trabajo y entra, le recibe de un golpe. Como si hubiera abierto la puerta de una habitación que ha pasado mucho tiempo vacía y cerrada.
Mira a todos lados en su búsqueda, pero parece haber desaparecido como por arte de magia, y resopla, enfadada, apretando en su mano los dos papeles que él la había dado. Es ahora o nunca, no sabe si mañana podrá encontrar el valor suficiente para hablar con él y pedirle explicaciones. Lo más seguro es que no, y más con la mirada de sus amigas clavada en ella, porque, después de salir de aquella forma de clase, tendría que contárselo. Seguro.
Vane se gira y retrocede para esperar a sus compañeras y que salgan de clase. Escucha una risa cerca.
Se detiene.
Allí está, de brazos cruzados, recostado contra la pared y con una sonrisa divertida en sus labios, mostrando una dentadura perfecta que ya desearía Brad Pitt tener. Eso le hace detenerse, y mirarle fijamente unos instantes.
Es imposible que haya pasado desapercibido durante el curso anterior. No podía estar tan absorta, porque, Aitor, sin ninguna duda era un chico...guapo. Si, definitivamente. ¿O sería solo así cuando sonreía?¿Como si se iluminara todo a su alrededor?
Vane carraspea y se acerca, intentando parecer desafiante, lo cuál, no es muy difícil. Siempre camina con esa expresión de mal humor en la cara, como si fuera ella contra el mundo. A Aitor se le paraliza la sonrisa en los labios y nervioso se coloca mejor el gorro, hundiendo más en él su cabeza, hasta que le llega casi a las cejas.
Su pelo claro se pegó a su frente y desapareció más aún bajo la tela.
-¿A qué esperas?
Aitor la miró ojiplático como si no la entendiera. Y es que, no lo hacía.
-Explicaciones.
-No tengo explicaciones.
Vane se quedó callada. No es que Aitor la dejara rebatir mucho lo que decía. Por suerte, el continuó hablando.
-No tengo ninguna explicación. Te vi en youtube, y me vi todos tus videos.- Aitor se río de nuevo ante la mirada desorbitada de Vanessa.- Si, los videos con una de tus amigas también. No eran lo que me esperaba.
-Ya...
-Intentalo por lo menos. No tienes nada que perder.
-Te equivocas.
-No lo hago. Quizás no tengas un talento estelar, no llegues a ser una de esas famosas que salen todo el día en televisión y cantan el himno de Estados Unidos en los partidos importantes. Pero vale con que puedas cantar y que un grupo pequeño, o grande, lo aprecie. Es como...un músico ambulante. Siempre les verás sonreír cuando te acerques a escucharle. La gente no se acerca porque haya pagado mucho dinero, se acercan por que les gusta y les llena. Eso es bonito.
Vane sonrió mirándose con atención las puntas de sus zapatillas.
-Te buscan.
Aitor movió la cabeza señalando a Laura, Clara y todas las demás que la miraban entre sorprendidas y enfadadas. Aitor sonrió y se acercó a ella y cuando Vane pensó que el corazón se escaparía de su pecho, este alzó una mano y la extendió hasta ella.
-Nos vemos mañana.
-Claro.
Apretó su mano con fuerza, sonriendo ante esa posibilidad. Aitor escondió su cabeza más en el gorro tirando de él hacía abajo. Vane le observó mientras se alejaba por el lado contrario al de ella. En su mano, un colgante titilaba y brillaba con las luces del sol del medio día.
Se despidió de sus compañeros que la preguntaban quien era. Vane sonrió y les prometió que después se lo contaría. De vez en cuando era bueno tener un secreto que nadie sabía.
El autobús llegó cuando todos se habían marchado a sus casas para comer. Al subir, el conductor de aquella mañana le sonrió y Vanessa estaba segura de que la sonrisa que le devolvió era la mar de reluciente porque él le preguntó:
-¿Un buen día?
-Fantástico.
lunes, 26 de julio de 2010
PP; Primera tanda
Nada, no es nada de política, asique no os preocupéis y seguid leyendo que voy a hablar sobre tres proyectos futuros (Proyectos Posibles)((asique si queréis dejar de leer a partir de aquí, lo entenderé xD)).
• Los cuidarás bien por mí •
¿Os lo digo?¿No os lo digo? Venga, va, os digo de dónde ha salido esto. Del final de Toy Story 3, que me ha parecido muy bonito (si, he llorado, la maldición de las películas Disney. Lloras con todas xD) Aquí dejo la posible sinopsis, pendiente de cambios...
Andy Crowe ha vuelto a Hillsborough después de tantos años fuera estudiando y trabajando en el O'Desayh R.L, la nueva productora de Nueva Jersey. Andy ni siquiera se acordaba de como era su vecindario de cuando era pequeño, pero se sorprende al descubrir que si reconoce a Bonnie, la hija de la mejor amiga de su madre que conoció cuando esta tenía solo ocho años y él se iba con dirección a la universidad, y ella...aún conserva todos los juguetes que la regaló.
• Donna Lait •
Chan, chan, ¿y esté? Pues volviéndome a ver Death Note, aunque no tiene nada que ver, ¿o sí?
Derek Belmont no ha tenido problemas en ser aceptado en el instituto Widmore, no es la típica escena de grupos sociales diferentes. Es un instituto corriente y moliente, excepto por ella. Donna Lait es misteriosa, inteligente, astuta y trabaja en la biblioteca del instituto como voluntaria, pero...¿quién conoce a Donna Lait?
• Donde se esconden los secretos •
Basado en un rol y con Copyright de la trama del foro de Lune Noire. No lo voy a publicar asique, no creo que pase nada...xD
En Nueva Orleáns no todo es lo que parece...
Una detención puede acarrearte muchas consecuencias. Marek no es el típico sueño americano paseándose por las calles de Nueva Orleáns como si fuera un Dios. Como todos esos petulantes abogados y empresarios que ve pasar mientras trabaja. Su vida gira en torno a la música y a su violín, y, de vez en cuanto, al rededor de la fiesta loca, el alcohol y las drogas. Aunque no es su vida, nada es su vida. Nunca se ha vuelto a sentir unido a algo que no fuera su Stradivarius...
Lo que ves no es real; no todos son transeúntes inocentes, gente honrada, hasta tu vecino con el cuál has pasado toda tu vida puede ocultar su identidad. Mafias, dinero, guerras, sobrenatural...
Keira Bell parece muy joven para ser policía, bueno, lo es. Pero nadie se atreve a meterse con ella en el departamento. Nadie...a excepción de un estúpido músico ambulante que no deja de volverla loca con sus ironías y sus dobles sentidos. Pero Keira no puede reconocer sus sentimientos, está metida en algo muy importante. Esta a punto de descubrir que se oculta tras la muerte de su padre.
Y es que, en Nueva Orleáns, solo creyendo en lo imposible podrás desvelar todos los misterios.
Y, si, he comenzado con el primer capitulo. Que invento el blogger xD
http://dondeseencuentranlossecretos.blogspot.com
Tercera Parte
A pesar de las palabrotas, se levantaron de la piedra y caminaron con dirección Las Clases.
Vane niega con la cabeza y vuelve a su clase mientras Clara y Laura se dirigen corriendo al baño para arreglarse el pelo y contarse las últimas noticias sobre tal y tal. Andrea las hace compañía al rato para no tener que estar esperando más tiempo de la cuenta al profesor.
Sube las escaleras sola, con los cascos del iPod ocultos bajo la ropa y un volumen bajo, comparado con el volumen que suele llevar en él. No hay mucha gente que haya llegado antes que ella, asique, se recuesta sobre el asiento, apoyándose sobre las dos patas traseras tarareando la canción que a comenzado a sonar.
Golpea la mesa con el pie sin querer al desestabilizase y una hoja de papel cae al suelo balanceándose.
Se agacha con dificultad, doblándose completamente para no tener que bajar las piernas de la silla y abre el papel doblado entre sus manos. Se muerde el labio inferior y frunce el ceño, mirando a todos sus compañeros. Los que están ahora en clase y los que están entrando.
Si aquello era una broma no tenía ninguna gracia. Vane rueda los ojos y se levanta de la mesa, alejándola de si, haciendo el mayor ruido posible. Pocos se giraron a mirarla, acostumbrados a los ruidos corrientes y molientes de un colegio.
Nada más atravesar la puerta de salida se encontró de frente con las tres personas a las que buscaba, las cuales se sorprendieron más de su enfado que por verla allí.
-¿Habéis puesto esto en mi mesa?
Las tres cabezas se acercaron para leer el trozo de cuaderno y negaron con la cabeza. Y decían la verdad. Era bastante fácil descubrirlas mintiendo, ninguna era demasiado buena en engañar a la gente que tenían cerca.
Vane guardó el papel en el bolsillo y miró a su alrededor, donde niños de primaria salían corriendo con dirección al recreo, con los gritos de los profesores advirtiéndoles que no corrieran por el pasillo como hilo musical.
Si se hubiera quedado en la puerta hablando con las demás hasta que saliera el profesor de la sala de reuniones no se hubiera dado cuenta, pero ella, que siempre solía darse una vuelta por los pasillos antes de entrar, esta vez, cambio la rutina. Vio como el papel caía dentro de su mochila y por eso se acercó y tiró de la manga de su camiseta empujándole contra la pared. Pestañeó e hizo una mueca con los labios. Ni siquiera le conocía. Ni le sonaba su cara.
Pelo castaño claro bajo un gorro de lana de color gris. Ojos grandes y brillantes, de un bonito color acaramelado, rodeados por pestañas por las cuales muchas chicas matarían pero que en el caso de un chico, no les hacía ninguna falta. Le soltó y se cruzó de brazos en frente de él, echando su mochila hacía atrás para no tropezarse.
-Eres tú el que me ha puesto eso.
La acusación la dijo en voz baja, los demás, enfrascados cada uno en una conversación diferente ni siquiera se dieron cuenta. El chico parecía estar más nervioso que asustado y Vane incapaz de estarse quieta comenzó a crujirse los dedos de la mano. Él asintió y tragó saliva intentando formar una sonrisa en sus labios.
-Aitor.
Vane pestañeó muy despacio. ¿Se estaba presentando? Se mordió el labio inferior y golpeó con las uñas su brazo. No le devolvió la sonrisa.
-¿Cómo sabes que canto?
-Youtube.
Chico de respuestas breves.
Vane abrió la boca de nuevo, de su garganta iba a salir alguna palabrota, eso, seguro. No podían faltar en su vocabulario. Pero la puerta del aula se abrió y el profesor que habían estado esperando, el cuál, podía a ver tardado un poco más apareció con su maletín y una sonrisa ancha bajo su bigote gris. Aitor se escabulló pegado a la pared en un segundo y Vanessa tuvo que sentarse a regañadientes para que no la regañaran ya el primer día.
Abrió la mochila para sacar los libros y la nota de antes cayó en el suelo a su lado. La cogió y la leyó por debajo de la tapa del libro de matemáticas. Frunció los labios en una linea muy fina.
Al final, no se enteró demasiado bien de la clase. Tenía una grave distracción en la nuca cubierta por el gorro de Aitor.
domingo, 25 de julio de 2010
Día de compras con el espíritu de Poppy Moore
Una bestia. No un lobo, u oso, gorila o perro, una horrible y nueva criatura que camina erguido, una criatura con colmillos, garras y pelo que sale de cada poro. Soy un monstruo.
¿Crees que hablo de cuentos de hadas? No. El lugar es la ciudad de New York, en la actualidad. No es una deformidad, no es una enfermedad. Y voy a quedarme así, para siempre, arruinado, a menos que pueda romper el hechizo.
Sí, escuchaste bien, el hechizo con el que una bruja de mi clase de inglés me maldijo. ¿Por qué ella me convirtió en una bestia que se esconde de día y ronda por las noches? Te lo diré, yo solía ser Kyle Kingsbury, el chico que tu desearías ser, con dinero, apariencia perfecta, y una vida perfecta. Luego te diré como me convertí en algo bestial.
sábado, 24 de julio de 2010
Segunda parte
Pero la tercera clase fue la peor de todas, especialmente inaguantable. La profesora no dejó de hablar en toda la hora, paseándose por el frente de la clase y golpeando con los dedos las pastas duras de su libro de texto. Laura se recostaba sobre su brazo y hacía dibujos en la primera hoja en blanco de su cuaderno. Clara, en dos asientos más alejada, bostezaba y miraba por la ventana para entretenerse. Andrea, sin disimulo alguno, hablaba con la chica que tenía detrás. Y Cristina se arreglaba el pelo mirándose en el espejo de su estuche. Ella apoya la barbilla sobre la palma de la mano y mira a la profesora con una sonrisa divertida.
Eso momento le recuerda a algo. Cuando todos estaban tirados encima de la mesa sin disimular interés. Un montón de cabezas agachadas que ignoraban al profesor que no dejaba de hablar y que solo se levantaban cuando este se comenzaba a dar cuenta de la falta de interés.
Un golpe en la mesa corta el rumbo de sus pensamientos de golpe y se envara de un bote sobre la silla. Todo los demás la imitan, algunos más asustados que otros. Unos se frotan los ojos como si se hubieran levantado de una siesta y otros hacen una mueca ante los ojos de la profesora que parece tener un especial interés en que todos atiendan desde el principio y dejen de hacer el tonto. Que es el último curso, y todo eso va en serio.
Vuelve a la lectura de su libro de texto mientras Vane sonríe y vuelve a apoyarse de la misma forma sobre la palma de su mano, dando toquecitos con el lápiz sobre la mesa a la vez que el segundero va moviéndose a través del reloj.
Cuando suena la alarma, la profesora se queda con la boca abierta, sorprendida de que el recreo llegue tan rápido. Para muchos de los alumnos, el recreo a llegado demasiado despacio después de tener que soportar aquella clase.
Dentro de un murmullo que va creciendo poco a poco hasta convertirse en un griterío general todos cogen sus bocatas y su merienda. Otro, en cambio, sacan su monedero y se lo meten en el bolsillo saliendo a toda prisa hacía el McDonallds que está a pocos pasos de su instituto. Una cara conocida se asoma por el hueco de la puerta llamándolas, haciendo aspavientos con las manos. Sergio quiere ir, como todos los días, a por su McFlurry matutino y si puede, a por su CBO. Laura, Vane, Andrea y Cristina ya están a su lado para salir al restaurante de comida rápida antes de que a Sergio le de un ataque o se enfade. No quiere que le quiten su sitio. Más bien el sitio de todas. Un cuadrado de piedra en medio del patio, donde todos los días se sientan y lo convierten en su centro de operaciones para quejarse de los nuevos compañeros, profesores y el instituto en general. Están echos unos malditos cotillas. Además, tienen que hablar del verano.
Al rato, un par de pasos y ya están allí en su McDonalls que aunque se quejen de ir siempre al mismo lado, ninguno da a elegir un sitio nuevo. Porque a pesar de tener a los trabajadores más infelices y bordes, a pesar de que es un restaurante con comida no demasiado segura, y que nunca hacen nada, ni compran nada, es su sitio y su restaurante. Y no es plan de cambiarlo ahora.
viernes, 23 de julio de 2010
Wild Child, me siento incapaz de poner el título en español
Mandy nunca llora
Suficiente. Aquello había sido suficiente. La gota que colma el vaso.
Andrew J. Smith volvió a levantarse del sillón blanco furioso y comenzó a andar dando vueltas por toda la habitación del hotel. Se frenó en seco, alzó su mano derecha se miró el reloj que llevaba puesto. Media hora más y se iría a la cama. Media hora más y...
No tuvo tiempo de decir más cuando alguien llamó a la puerta.
Y Andrew J. Smith, con los labios fruncidos no pudo decir nada ante el cuadro que tenía delante. Ni siquiera sabía como podían haberla dejado entrar el hotel de aquella forma.
-Entré por la puerta de servicio.-respondió, tragando saliva, como si le hubiera leído la mente y eso, le hizo abrir la boca en forma de o.
-Estas empapada.-murmuró mirándola desde sus botas altas de color asfalto, hasta su pelo rubio despeinado.
Mandy Moore hizo un ruido proveniente de su garganta que parecía intentar ser una carcajada, pero no salió como debiera.
-Dime algo que yo no sepa, Andrew.-le empujó con firmeza a pesar de su aspecto, mojado, sucio y lleno de barro. Entró en la habitación del hotel y se quitó la americana, colgándola encima de una silla sin preocuparse.
-¿Dónde has estado?-preguntó Andrew J. Smith, cogiéndola en el momento en el que ella se daba la vuelta para quitarse la camiseta blanca, con la bandera de Reino Unido dibujada en el pecho.
-Error, Andrew. Eso es algo que tú no sabes, no que no sepa yo.-y una sonrisa torcida se dibujó en su boca.
-Me has tenido preocupado, Mandy. No sabía donde estabas, ni siquiera una llamada, un mensaje, una foto en las noticias sobre una fiesta o un arresto...-se quejó alzando las manos a la pantalla encendida. Mandy, aprovechando que estaba de espaldas sonrió tristemente y suspiró.-Creía que te había pasado algo. Mandy, si llega a ocurrirte algo yo...
-¿Tú?-cortó Mandy dándose la vuelta y dejando la camiseta sobre la cama.-Tú no harías nada. No debes hacer nada, solo ir a un programa de televisión tras otro llorando y contando lo apenado que estas. Hacerte rico y aprovechar la pena para acercarte a otra talentosa estrella y seguir triunfando. Hacerte un hueco en la historia como mito. Yo ya tendré mi hueco como leyenda.
Andrew J. Smith quería responder, pero sus cuerdas vocales se lo impedían. Lo único que podía hacer era apretar con fuerza la chaqueta de Mandy Moore en su mano derecha hasta hacerse daño con uno de los botones. Los ojos muy abiertos. La mandíbula desencajada.
Consiguió sacudir la cabeza y despertar de aquél pequeño cielo negro en el que se había metido.
-No.-resopló y soltó la chaqueta como si le hubiera dado un calambre.-No todos buscamos fama cuando nos sentimos afligidos. No todos estamos continuamente ejerciendo un papel en nuestras vidas...
-Yo no hago ningún papel, Andrew.
-Si lo haces. No eres tan superficial.-gruñó dando un paso hacía ella.- Lo sé, te he visto sonreír cuando escuchabas tu canción favorita. Acariciar el pelo a un niño invalido disimuladamente cuando fuiste a la ONG. Te vi acariciar el lomo de un libro antiguo como si valiera más de lo que el mundo se imaginara. Incluso te vi suspirar y abrazarme una noche. Te miré mientras sonreías al escuchar a Kevin enfadado y hacías una mueca al escuchar a un par de pijas asomadas al balcón.-la mirada de Andrew J. Smith se hablando y las arrugas que se habían formado en su frente se desvanecieron mientras daba un par de pasos adelante.
-Voy a ducharme.-respondió Mandy Moore a todo aquello, con la boca torcida y los ojos en blanco.
Andrew J. Smith apartó la mirada mientras ella cogía su ropa interior y su pijama y se escondía tras la puerta de madera blanca que daba al baño. Cogió el mando de la televisión y la apagó. Lo último que vio fue la imagen de una niña de pelo rubio, con dos coletas. Se le formó un nudo en el pecho, pero él, ya había encontrado lo que buscaba.
Se quitó la camisa y se acercó a la cama para dormir y descansar, ahora que estaba más tranquilo. Pequeños ruidos le obligaron a acercarse al baño. Apoyó el oído sobre la madera y escuchó el murmullo del agua al correr por el grifo. El vapor de agua aferrándose a la madera y dilatándola poco a poco. Y después, casi oculto por todos esos ruidos, un amargo sollozo intentando ser ahogado. Andrew J. Smith parpadeó y se alejó de la puerta, aferrando al pomo dispuesto a entrar.
Pero no lo hizo.
Se tumbó en la cama cual largo era y cruzó los brazos detrás de su cabeza. No podía entrar, porque quería pensar que se estaba equivocando y que aquellos ruidos debían de ser de una televisión o de una habitación cercana. No sabía que la había pasado allí fuera pero cada vez más iba apareciendo por el pecho el nudo que antes le había atenazado la garganta. Pero no podía abrir esa puerta. Porque...Mandy, nunca llora.
Primera parte
Vane no era la típica chica, pero si tenía una típica vida.
Y eso, ella, soñadora de una vida llena de adrenalina, lo odiaba.
No era divertido levantarse cada día a las siete de la mañana, coger un autobús y esperar media hora sentada allí, en un incomodo asiento de plástico, con el movimiento del motor debajo de ella y la música puesta a todo volumen. Bueno, eso si era algo bueno. La música, las notas, el ritmo ondulante llegando hasta sus oídos. La espera. La espera de que ese mundo la habrá las puertas.
Resopla, apoyada contra el cristal y se aleja. Ve el vidrio empañado y con uno de sus dedos, dibuja sobre el vaho, dos círculos y una línea curvada hacía abajo. Un rostro simple y triste que define en ese momento como se sentía.
Se levanta de su asiento y baja los escalones del autobús. El conductor le dedica una sonrisa que ella devuelve sin ganas, por ser cortés.
Allí volvía de nuevo, después de unas largas vacaciones, volvía al mismo edificio del cuál de había despedido el Junio pasado. Si hubiese estado en una película americana aquello hubiera sido un día grandioso. El nuevo día de curso. Para atreverse a destacar, para hacerse popular, encontrar al chico guapo, de boca tierna y ojos atrevidos que dejará a todas las chicas locas a sus pies por ella.
Que pena que aquello no fuera una película.
Terminar. Eso era lo que quería. Terminar esos dos cursos y empezar un nuevo camino, estudiando, si, pero lo que le gusta. Y ante eso, no quiere esperar.
Entra corriendo y sube las escaleras de la misma forma, golpeándose el final de la espalda con los pocos libros que ha llevado hoy, solo, para rellenar la mochila. Vuelve a llegar tarde, y eso que se prometió no empezar el curso con mal pie. Allí es donde acaban todas sus promesas, prometidas por mero aburrimiento ante las rutinas. Destruidas, olvidadas, flotando en los recuerdos de algo que no ha podido pasar. Porque es inevitable que llegue tarde. Es algo que está dentro de ella. Jamás a llegado pronto o puntual a cualquier sitio. Y eso es lo que destaca. Sonríe cuando la llaman impuntual, a pesar de que es un defecto, es SU defecto. ¿Y a qué todos la reconocen por ello?
Con los pulmones llenándose de aire a marchas forzadas, se frena en el pasillo lleno de gente, esperando a que uno de sus antiguos profesores, de pelo cano y ya desaparecido, y una barba de más de tres días les abra la puerta.
Un par de manos se alzan.
Ella se acerca, con la mano en la cadera, apretando con fuerza donde se encuentran supuestamente los pulmones y hace una mueca, cuando el aire al entrar, le produce un pinchazo. ¿A quién se le ocurrió la idea de poner tantas escaleras?
Después, un montón de abrazos, manos y sonrisas, carcajadas y lloriqueos, que se juntan y se unen, formando una bienvenida. O un intento claro de ella. Vane sonríe a todos los que están allí. Algunos los conoce desde hace mucho. Trece años casi. A otros de menos tiempo, pero eso da igual. Esas personas ya están en su mente, y en su corazón, en su interior y aunque les conozca de un misero año puede llegar a decir que les quiere. Y se enorgullece de ser saludada por todos y cada uno de ellos.
Por fin la puerta se abre con un chasquido y un suspiro del profesor, que está aliviado por no tener que llamar al director y explicarle lo que ha ocurrido. Los chicos ni siquiera se han dado cuenta de que su profesor no era capaz de abrir la puerta. Estaban demasiado ocupados poniéndose nerviosos por volverse a reencontrar después de tanto tiempo.
Vane le observa alejarse, llave y maletín en mano, hasta la sala contigua, después de amenazar a algunos de delante que si no estén sentados en cuanto él llegue serán castigados con los primeros avisos del curso. Por supuesto ninguno de ellos le hace caso mientras se pelean por sentarse al lado de su mejor amigo, su compañero de bromas, su vecino, o su novio.
Unos pasos adelante ve como una cabeza se alza por encima de todas las demás buscando algo o a alguien. Lo que no es muy difícil teniendo en cuenta que Laura, saca por lo menos media cabeza a casi todas las chicas que están en aquella clase. Excepto a Andrea. A ella, es imposible superarla.
Tímidamente señala la silla contigua y Vane sonríe acercándose, con su mochila colgada de un solo hombro botándola en la espalda. Laura orgullosa se arregla el pelo negro con un movimiento nervioso.
Es un buen sitio. No se han alejado demasiado del profesor, escucharan bien. Tampoco están muy cerca, y podrán de vez en cuando hablar en voz baja para evitar el aburrimiento. Podrán contarse cotilleos de última hora. Noticias. Chistes para reírse en medio de una explicación y no tener que dormirse. Miradas y tonterías cómplices. Un perfecto sitio.
Vane se apoya sobre la palma de su mano y recuerda brevemente lo que era su sitio. El que era el sitio de todos. Porque a pesar de haber pasado allí un año antes nunca han podido olvidar de dónde vienen. Las paredes que les han protegido y a la vez les han echo tanto daño. Los comentarios, los líos, las peleas. Ahoga una carcajada y mira como se acerca su nuevo tutor ya sentada mientras que a sus espaldas todos vuelven a su sitio corriendo, haciendo ruido y bromeando aún. Todos exclaman un “Hola, profesor Eduardo” educado. Una carcajada se escucha desde lejos al oír la cantinela con la cuál han saludado a su profesor. Este arruga el ceño pero sonríe. Es el primer día de curso. Y el último curso para muchos.
jueves, 22 de julio de 2010
Convivencia
Lacey Olson tenía muy claro que iba a dormir con Vega en aquél viaje, lo que no esperaba era que de repente Lalia Magoo se hiciera un hueco en la tercera cama de aquella habitación. Y eso, para ella, era terriblemente exasperante. Una cosa esa mantener la buena cara y la sonrisa con ella durante el curso, ¿pero en el viaje?¿En la misma habitación? Inaguantable.
Lacey Olson dejó toda la ropa encima de su cama en pequeños montoncitos, y cuando se dio la vuelta, Lalia había desaparecido, dejando todo un reguero de ropa encima de su cama, la puerta de la habitación dando bandazos en el aire abierta y un suspiro en los labios de Lacey.
Volvió a mirar su maleta ya vacía y se arrancó un trozo de la piel del labio nerviosa. Menos mal que antes de todo aquello, había realizado clases de yoga y taichí.
Carey Summer abrió el balcón y se asomó, paseando descalza sobre el frío azulejo. Su pelo rizado se movió con el poco viento que hacía aquella tarde y una sonrisa se dibujo en su rostro. Estaba feliz. Por fin, un viaje, con todos, o casi todos. Por lo menos, tenía algo bueno antes de marcharse.
Las voces claras y apagadas junto a ella la hicieron dar un bote. Pero nadie se dio cuenta, ambas voces estaban demasiado ocupadas en su conversación.
Roman Steele no había perdido el tiempo, y apoyado sobre los ladrillos que separaban los dos balcones unidos, charlaba alegremente con una rubia, de metro ochenta y ojos claros, que a ojos de cualquiera era una pobre chica extranjera. Y más, a ojos de Roman.
Carey bajó la mirada, y después volvió a mirar el cielo que ya no le parecía tan claro y azul como antes. El agua se perdía en el horizonte, se perdía como sus ganas de continuar allí. Lo que podían cambiar los sentimientos en unas décimas de segundo.
Carey Summer dio media vuelta dispuesta a entrar en su habitación y la de su mejor amiga. Un carraspeo la detuvo y se giró, curiosa.
-¿No pensabas ni siquiera decirme “hola”?-preguntó Roman, cambiando de bando y apoyándose en su balcón.
-Parecías estar muy ocupado.-respondió Ccarey intentando fingir indiferencia.-No quería interrumpir.
-Tú no interrumpes. Aunque si, era importante.-respondió encogiéndose de hombros y palpándose los bolsillos de su pantalón vaquero. Sonrió con malicia al encontrar lo que buscaba.-Mira lo que resultan tener las de al lado.
Carey Summer abrió mucho los ojos y miró la bolsita de plástico, repleta de un material verdoso casi triturado. Las mejillas le temblaron en un intento por no sonreír.-¿Estas seguro de que es...?
-¿Me iban a engañar a mí?-preguntó Roman alzando las dos cejas.
No, nunca. Pensó Carey mientras Steele se volvía a guardar la bolsita de plástico en los pantalones vaqueros.
-Luego me paso por tu habitación.-le avisó sin preguntar, y se dio la vuelta para volver a la suya. Un montón de voces le dieron la bienvenida. Carey Summer miró por el cristal de la puerta de su balcón y se mordió el labio inferior. Ahora tendría que explicárselo a su mejor amiga.
Yo, again...
-Posiblemente –dijo Jace–, pero tienes que admitir que la mayoría de las cosas sí.
- ¿Qué significa?
La amplia sonrisa de Jace fue un destello blanco en la oscuridad.
- Significa: Cazadores de sombras. Les sienta mejor el negro que a las viudas de nuestros enemigos desde 1234
Clary:Esas chicas del otro extremo del vagón te están mirando.
Jace:Por supuesto que lo hacen. Soy increíblemente atractivo.
Clary:¿Nos ha oído nunca que la modestia es una característica atrayente?
Jace:Solo de personas feas. Puedes que los mansos hereden la tierra, pero
por el momento pertenece a los presuntuosos. Como yo.
martes, 20 de julio de 2010
Don't be afraid
-Tengo miedo.
-Es normal que tengas miedo. No te preocupes, no te va a pasar nada.-agarró su mano con fuerza y le dio un apretón cariñoso.-Es una operación muy sencilla.
-Tengo miedo.
Waylon se mordió el labio inferior. Su hermana tumbada sobre los asientos, con sus ojos verdes mirándole con serenidad, como si no le doliera nada.
-Tengo miedo de que mamá se enfade conmigo.-respondió sorbiéndose la nariz.-De que papá no quiera verme y de que tú te vuelvas a ir.
-No me iré. Siempre vamos a estar juntos, ya te lo dije, ¿verdad?
Ella sonrió y miró su pequeña mano llena de sangre. La miró a contra luz y la sangre de sus dedos brilló, centelleando, con un tono rojo y vivo, a pesar de todo, bonito. Waylon apretó con más fuerza la mano de su hermana, la que no había soltado.
-No me iré, pero tienes que prometerme una cosa.
La pequeña alzó la cabeza y le miró, alejando sus ojos claros de su manita llena de sangre.
-¿El qué?-preguntó, tartamudeando y alargando la última silaba un poco más de lo necesario.
-Que tú tampoco te vayas.
lunes, 19 de julio de 2010
Cumpleaños feliz
El chicle explotó, y mancho la cara y los labios de Sylvana de un tono rosa claro. Se lo intentó despegar como podía, tirando del chicle con sus dedos.
Doyle dio una calada a su cigarrillo Malboro y suspiró.
-Dentro de tres días cumplimos los veinte.-murmuro, perfilándose los labios con su lengua para volver a saborear el cigarrillo.
-Lo sé.-respondió Sylvana volviendo a masticar el chicle.
-Y tendremos tarta, y velas y creo que mama quería comprar unos gorritos de colores.-continuó, dando vueltas al cigarrillo entre sus dedos.
-Ya, lo sé.
-¿Y qué vas a pedir?-preguntó entonces, rascándose el lateral de la nariz.
Sylvana miró a su compañero, desde su chaqueta de cuero, su camiseta de AC/DC, hasta sus ojos verdes y claros como los suyos y a su pelo castaño claro con las puntas salteadas. No era la típica persona que haría dichas preguntas.
-¿Qué quieres que pida?-preguntó.-Paz, prosperidad, y un novio nuevo. A Jesse le han toqueteado demasiado.
-¿Nada más?¿Solo eso?
-Si, Anthony, solo eso.
-¿Sabes? Yo voy a cambiar de deseo, necesito algo nuevo.-Sylvana volvió a hacer una pompa con el chicle rosa.-Cumplir veinte años conlleva sus riesgos.
-¿Riesgos?
Anthony asintió tirando el cigarrillo al suelo y pisándolo con sus botas militares.
-¿Te vas? ¿Y qué es de tu deseo?-preguntó Sylvana entornando los ojos.
-No puedo decírtelo. Si lo hiciera, Syl, jamás se cumpliría. Ya lo descubrirás por ti sola, tengo un presentimiento. Creo que este deseo se cumplirá.
sábado, 17 de julio de 2010
No te acostumbres...
April miró la mano de Trent descansando sobre su hombro. Podía sentir su respiración en la nuca y era lo bastante irregular como para saber que no estaba dormido. Su cercanía le provocó sentimientos diversos y apretó los dientes sobre el labio inferior con peligro de hacerse sangrar. No quería separarse de él, pero tampoco debía estar con Trent. No pegaban. Era como intentar unir a un caballito de mar con un tiburón. Y en ese momento, después de la noche anterior no estaba tan seguro de si el tiburón era él o ella.
Alzó la mirada para ver el perfecto rostro de Trent Garan de perfil. Aunque las primeras veces le había gustado engañarse a si misma, obligandose a verle horrible. ¿Cómo podía haberse mentido a si misma? Suspiró y se apartó el brazo de Trent que apartó la mirada de la película de vaqueros que estaban echando en la Fox.
-¿Qué ocurre?
Sonaba tan preocupado que a April se le revolvieron las tripas. No quería que él se preocupara por ella. Quería que la tratara mal, como un trapo. Incluso si solo hubiera sido un polvo de una noche, hubiera sido mucho mejor. No tendría que soportar sentirse egoista, por tener aquellos billetes escondidos debajo de la mesilla de noche. No podía quedarse allí, en Los Ángeles. Ahora que lo sabía todo...no podía quedarse.
-¿Te puedo pedir una cosa?-preguntó, apretando los puños sobre las piernas desnudas. Apoyó los talones sobre el suelo de ceramica frio, para mantener la mente a la misma temperatura.
-Si, dime.
Escuchó como apartaba las sábanas para acercarse a ella, pero April se levantó antes de eso y de espaldas aún en la cama, se miró al espejo, donde podía ver como Trent dibujaba una expresión de incertidumbre en su calculador rostro. Aunque ahora no le parecía tan calculador.
-No te acostumbres a mí.
-¿Cómo?
-Que no te acostumbres a mí. Ni a mi risa, ni a mi hiperactividad matutina, ni a mis sonrisas en esos momentos, ni a mis besos, ni a mi olor. Ni te acostumbres a como te miro o te dejo de mirar, no te acostumbres a mi rostro cuando te ries de mí. No te acostumbres a como me enfado cuando dices algo que no me gusta, ni como suspiro cuando me pides perdón. Ni te acostumbres a mis lagrimas, ni a mi rabia, ni a reirte de las cosas que digo. No te acostumbres a mí...en serio.
Aquellas últimas palabras sonaron como un suspiro. Su garganta se cerraba más y más con cada movimiento de labios de Trent, que miraba al espejo incredulo. April Long estaba a punto de darse la vuelta y volver a caer en sus brazos, pidiendole perdón. Tuvo que ganar fuerzas de su alrededor para no hacerlo. Los billetes de avión fueron lo primero que se dibujaron en su mente, después de que el rostro de su abuelo apareciera ante sus ojos ahora cerrados.
-¿Y eso a qué viene?-preguntó frunciendo los labios.
-A nada, simplemente, algún día, quizás mañana, pasado o dentro de algún tiempo, me cansaré, me iré y echarás de menos aquellas cosas a las que te acostumbrastes...y ahí te darás cuenta de que no voy a volver.
-¿Eso es todo?-preguntó Garan con voz ronca, enfadado. Quizás fuera la primera vez que le utilizaban. Por lo menos April estaba segura de que era la primera vez que le utilizaban falsamente.
La rubia asintió, apartando la mirada del espejo, porque no podía mantenersela directamente, pero tampoco a partir de esa superficie reflectante.
Trent Garan se levantó de la cama, se vistió con su camisa, sus pantalones chinos y su corbata de seda. Los zapatos fueron la última cosa que encontró debajo de la cama. Durante todo ese tiempo, April se mantuvo en silencio, mirando a la pared, cubierta simplemente por su ropa interior.
La puerta se cerró y la rubia se derrumbó.
Todo lo que había dicho a Trent, a pesar de no ser lo que sentía, podría haber sido cierto. Era cierto, porque April Long, sin quererlo, se había acostumbrado al ególatra y creido Trent Garan.
martes, 13 de julio de 2010
Lo mismo que una vela...
Cerró los ojos y siguió con todos los poros de su piel el recorrido de aquel dedo por toda su espalda. Dejó que con ese pequeño gesto ahondara en lo más profundo de su ser.
-Dime una cosa.-murmuró, dibujando una media luna en el lado derecho, con esmero, como si estuviera pintando un lienzo en blanco.-¿Llegarías a quererme algún día?
Abrió los ojos, y giró la cabeza para mirarla a los ojos, esos ojos de un azul tan infinito que podría llevarlo al mar estando a kilómetros de distancia. Una mínima sonrisa se dibujo en su rostro, tan sencilla que parecía desnudarle completamente, dejando solamente su alma allí delante.
-No es esa la pregunta.-respondió despacio, al ritmo del caminar de su dedo por su espalda.-La pregunta es si llegaré alguna vez a decírtelo, a demostrártelo. Jamás podre decirlo, conlleva demasiadas cosas para las que no estoy preparado. No quiero decirte te quiero, y que dentro de unos días todo se esfume como cuando soplas una vela. Prefiero mantenerme en silencio y que vivamos juntos esforzándonos por mantener el amor del otro. Que la pasión nos queme aunque pasen diez años, que no caigamos en la rutina porque el miedo de dejar de querernos nos empuje a hacer algo, decir algo, atrevernos a algo...
Su dedo se quedó quieto sobre la piel de su espalda, y él sintió como poco a poco iba asimilando las cosas. Quizás no fuera el más romántico a simple vista, el productor de más cantidades de azúcar del mundo, pero si él se enamoraba era de verdad. Y no quería dejar de estarlo tan pronto.
jueves, 1 de julio de 2010
Hay sonrisas que marcan
Mandy está sentada en el despacho cuando Kevin Limsworth, el representante, entraba aquella mañana. Dio dos pasos hacía atrás. Por su rostro vagaron imperceptiblemente un montón de gestos; un ceño fruncido, una boca abierta, unos dientes apretados, un asomo de preocupación, unos labios fruncidos en una línea muy delgada.
Mandy Moore cerró los ojos para no ver más gestos y apartó la mirada.
Kevin Limsworth se quedó estático incapaz de articular una misera palabra mientras veía como apuraba uno de sus cigarrillos al máximo...con la mirada desviada.
Allí sentada, en el sillón de cuero mucho más grande que ella parecía más pequeña y asustada, como una chica normal de veintidós años. Como debía ser realmente.
Mandy Moore frunció los labios y miró de nuevo a su representante apagando la colilla sobre un cenicero de piedra natural con fuerza, descascarillando las uñas mal pintadas de rojo. Parpadeó y dejó caer sus manos sobre el regazo.
-¿Qué...pasa?-preguntó Kevin Limsworth, dejando una carpeta repleta de papeles encima de una de las estanterías.
Sandy Riamond entornó los ojos mirando a la diva allí sentada, impasible. La secretaria no era muy partidaria de la personalidad de Mandy Moore, pero no por ello lo decía en alto. Prefería comentárselo a su perfecto representante que parecía estar de acuerdo con ella...en parte. Sandy Riamond estaba seguro de que la aguantaba solo por el dinero. Kevin Limsworth no estaba tan seguro de aquello.
-Quiero pedirte unas vacaciones.
Mandy Moore no parecía nerviosa, disgustada o enfadada. Pero Kevin Limsworth podía ver como su mano temblaba sin querer al coger de su bolso la cajetilla de tabaco. Él tampoco esperaba que todo lo que fuera a decir Mandy fuera aquello. ¿Unas vacaciones? ¿Para ella? La incredulidad no parecía querer abandonar su cara cuando intento responderla.
-Vacaciones...¿para qué?
Mandy Moore se levantó del sillón con sus pasos elegantes y sensuales. Con su vestido corto ondeando sobre sus muslos y los músculos de sus gemelos y sus muslos tensándose cada vez que daban un paso sobre aquellas plataformas.
-No creo que te importe.-respondió y no fue algo borde, o arisco solo fue...la constatación de un echo.
-¿Dónde te vas? Un representante tiene que saber esas cosas de su cliente.-se quejó, frotándose el puente de la nariz con fuerza
Y entonces Mandy Moore sonrió. Podría haber sido una mueca pero Kevin Limsworth que había sufrido las contestaciones de aquella chica el que más se lo tomó como una sonrisa pasajera porque no duró más que unos segundos. Pasajera, pero una sonrisa.
-No, no debes. Me iré mañana.-respondió mirando al suelo y atravesando el despacho con tranquilidad.-Andrew me espera abajo.
Con esas últimas palabras Mandy Moore desapareció de su despacho, con tanta velocidad con la que había llegado aquella mañana, quizás para una semana, o quizás para más meses incluso un año entero. Kevin Limsworth apretó los labios.
-Que chica más rara, yo no sé como sigues siendo su representante. Si yo fuera tú...-murmuró Sandy a su lado sacudiendo la cabeza y su pelo pelirrojo cogido en una coleta fosforita.
-Ya, pero como no eres yo...-dijo entre dientes, mirando aún las escaleras por las que Mandy Moore había desaparecido.-Callate.
Y las puertas de su despacho se cerraron...y así se iban a quedar bastante tiempo.