martes, 27 de julio de 2010

Cuarta Parte

La campana sonó como nunca en su vida. Después de todo un verano, con esas cosas, perdías la costumbre. Al igual que apartarte a tiempo cuando toda la gente comenzaba a salir a toda prisa fuera de clase.

Ven intenta imitarles, pero una mochila, que no es la suya, hace que se tropiece mientras ve como la gorra negra desaparece por la puerta. Tiene que hacerle bastantes preguntas a...ese chico, el cuál no recuerda del año pasado. ¿Tan desapercibido a pasado? Salta la mochila de Laura y llega hasta la puerta, empujando sin querer a un par de compañeros que la miran con el ceño fruncido como si se hubiera vuelto loca. Puede que sea eso.

Como había llegado, baja los escalones del instituto corriendo casi de dos en dos, hasta la entrada, donde un montón de padres han llegado para recoger a sus hijos del comedor. Pero ni rastro de gorros de lana. Y están a comienzos de septiembre con un calor sofocante. Seguro que destacaba...aunque si era como el año anterior.

Abre las puertas blancas y sale a la calle, donde el ruido de los coches, los pitidos, la gente que sale del trabajo y entra, le recibe de un golpe. Como si hubiera abierto la puerta de una habitación que ha pasado mucho tiempo vacía y cerrada.

Mira a todos lados en su búsqueda, pero parece haber desaparecido como por arte de magia, y resopla, enfadada, apretando en su mano los dos papeles que él la había dado. Es ahora o nunca, no sabe si mañana podrá encontrar el valor suficiente para hablar con él y pedirle explicaciones. Lo más seguro es que no, y más con la mirada de sus amigas clavada en ella, porque, después de salir de aquella forma de clase, tendría que contárselo. Seguro.

Vane se gira y retrocede para esperar a sus compañeras y que salgan de clase. Escucha una risa cerca.

Se detiene.

Allí está, de brazos cruzados, recostado contra la pared y con una sonrisa divertida en sus labios, mostrando una dentadura perfecta que ya desearía Brad Pitt tener. Eso le hace detenerse, y mirarle fijamente unos instantes.

Es imposible que haya pasado desapercibido durante el curso anterior. No podía estar tan absorta, porque, Aitor, sin ninguna duda era un chico...guapo. Si, definitivamente. ¿O sería solo así cuando sonreía?¿Como si se iluminara todo a su alrededor?

Vane carraspea y se acerca, intentando parecer desafiante, lo cuál, no es muy difícil. Siempre camina con esa expresión de mal humor en la cara, como si fuera ella contra el mundo. A Aitor se le paraliza la sonrisa en los labios y nervioso se coloca mejor el gorro, hundiendo más en él su cabeza, hasta que le llega casi a las cejas.

Su pelo claro se pegó a su frente y desapareció más aún bajo la tela.

-¿A qué esperas?

Aitor la miró ojiplático como si no la entendiera. Y es que, no lo hacía.

-Explicaciones.

-No tengo explicaciones.

Vane se quedó callada. No es que Aitor la dejara rebatir mucho lo que decía. Por suerte, el continuó hablando.

-No tengo ninguna explicación. Te vi en youtube, y me vi todos tus videos.- Aitor se río de nuevo ante la mirada desorbitada de Vanessa.- Si, los videos con una de tus amigas también. No eran lo que me esperaba.

-Ya...

-Intentalo por lo menos. No tienes nada que perder.

-Te equivocas.

-No lo hago. Quizás no tengas un talento estelar, no llegues a ser una de esas famosas que salen todo el día en televisión y cantan el himno de Estados Unidos en los partidos importantes. Pero vale con que puedas cantar y que un grupo pequeño, o grande, lo aprecie. Es como...un músico ambulante. Siempre les verás sonreír cuando te acerques a escucharle. La gente no se acerca porque haya pagado mucho dinero, se acercan por que les gusta y les llena. Eso es bonito.

Vane sonrió mirándose con atención las puntas de sus zapatillas.

-Te buscan.

Aitor movió la cabeza señalando a Laura, Clara y todas las demás que la miraban entre sorprendidas y enfadadas. Aitor sonrió y se acercó a ella y cuando Vane pensó que el corazón se escaparía de su pecho, este alzó una mano y la extendió hasta ella.

-Nos vemos mañana.

-Claro.

Apretó su mano con fuerza, sonriendo ante esa posibilidad. Aitor escondió su cabeza más en el gorro tirando de él hacía abajo. Vane le observó mientras se alejaba por el lado contrario al de ella. En su mano, un colgante titilaba y brillaba con las luces del sol del medio día.

Se despidió de sus compañeros que la preguntaban quien era. Vane sonrió y les prometió que después se lo contaría. De vez en cuando era bueno tener un secreto que nadie sabía.

El autobús llegó cuando todos se habían marchado a sus casas para comer. Al subir, el conductor de aquella mañana le sonrió y Vanessa estaba segura de que la sonrisa que le devolvió era la mar de reluciente porque él le preguntó:

-¿Un buen día?

-Fantástico.

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